Periodistas Creativos

Archivar en la categoría “crónica”

I N V I S I B L E S

Crónicas de Miguel Ángel Jiménez y Arnoldo Delgadillo

Stop motion de Joshio Avalos

Un par de periodistas se infiltran en las calles de la ciudad convertidos en indigentes. Quieren sentir como los excluidos, mirar con sus ojos, andar con sus pasos y tocar con su piel. El resultado son dos crónicas de indigencia urbana que se mecen entre la invisibilidad, la soledad y la indiferencia de quienes piden más que limosna… esperanza.

Pies descalzos

Atreverse no fue tan difícil; fingir que no tienes un lugar a donde ir, nada que comer y pedir unas monedas en la calle parecía sencillo. Para facilitar el reto: pantalón roto, camisa sucia y pies descalzos, sin faltar, por supuesto, la más convincente de las actuaciones. Era el momento de convertirse en el pobre pordiosero que los políticos tratan de ocultar a la vista de los turistas, el que ensucia las estadísticas perfectas y que diariamente sobrevive con lo que los demás desechan.

Con la mirada fija, el rostro semi cubierto por una vieja gorra  y los pies extendidos sobre la mitad de la banqueta, veía como pasaban frente a mi cientos de personas que me ignoraban; algunos se movían a la orilla de la acera, otros daban un pequeño salto para pasar sobre mis pies, pero ninguno buscó mirarme.

La desesperanza se contagia aun sin ser un pordiosero real, deseas lo que ves en los aparadores y la comida que despide agradables olores a tu alrededor. Caminar entre tantas personas, ver tantos rostros y sentirte solo, sin que nadie te tome en cuenta es lo más parecido a ser invisible. De pronto sientes ese extraño sabor de la soledad.

Sentado bajo los aparadores de una lujosa tienda, me atreví después de mucho pensarlo, a extender mi mano y pedir unas monedas. Tal vez por mi poca experiencia lo único que logré fueron las miradas discretas de los guardias del establecimiento.

Por la noche los transeúntes escasean y la presencia de los pordioseros se percibe con claridad, de pronto, eres importante, todos te voltean a ver, te analizan y con precaución marcan su distancia contigo.

La competencia por las monedas que se repartirán es difícil, la puerta de una farmacia parece segura y con clientela constante; alguien ya se adelantó y suena su bote con el caer del dinero, parece que tendrá “el mejor de sus días”.

Me instalo al lado de una señora ya entrada en años y comienzo mi desleal competencia. Decidido a ser ventajoso me transformo de pronto en un competitivo limosnero. Sé que logré intimidar a mi rival porque sacudía su bote con más fuerza cada que alguien se acercaba, levantaba su mano con insistencia y me miraba retadora.

El juego sucio no se hizo esperar: “Si no te vas de aquí, el gerente de la farmacia le va a hablar a una patrulla.  Yo tengo muchos años aquí, por eso a ti nadie te da nada de dinero”—exclamó la experta. No pasó mucho tiempo para que la mujer se levantara y con enojo me mostrara una esquina lejana y oscura donde aseguró que pasaban más personas y ganaría muchas monedas.

Es momento de aceptar la derrota e irme antes de que los manoteos de la ahora ganadora se conviertan en un escándalo y, de verdad, el gerente de la farmacia salga molesto.

La proeza de la noche fue entrar a una tienda, de esas que abundan. Pasé frente al encargado de la caja, nos miramos, me perdí entre las bolsas de papas y llegué a los refrigeradores. Apenas tomaba una lata de refresco cuando me di cuenta que entre los anaqueles ya un empleado tenía la mirada puesta en mí. Le sonreí, dejé la lata y salí del lugar.

Encontrar en las calles que a diario caminas una forma diferente de vivir es sin duda sorprendente, pasar de ser el que visita los bares a ser el que busca comida en los botes de basura te obliga a preguntarte ¿por qué existen los pordioseros, los limosneros, los indigentes?, ¿es culpa de ellos o es nuestra?, ¿tiene solución este problema?, y sobre todo… ¿qué haría yo si algún día estuviera en su lugar?

La piel que habito

Descubrí el traje de invisibilidad.

No es que tenga superpoderes. Esto es la realidad, realidad que cala cuando se siente, cuando se es “el otro”. Ponerme un pantalón roto y viejo, una playera sucia y desgastada y unos tenis con la suela reacia a dar siquiera un paso más, bastaron para que la sociedad me dejara de ver. Me volví indigente, calcé la piel de limosnero y para las personas que pasaban junto a mí, dejé de existir.

Descubrí el traje de invisibilidad.

Dejé la ropa mojada y sucia en una bolsa durante tres días para que oliera mal. El tenis unido solo por un pequeño trozo de suela. El cabello despeinado y la cara y el cuerpo llenos de mugre y grasa.

Me despojé de la piel que tenía para volverme “el otro”.

Pantalones hasta media nalga, caminar como desguanzado y con el reto, en cada paso, de no quedarme solo en calzones. “La mona” en una de las bolsas. La mirada baja y perdida. La actitud de “me vale madres el mundo”. La voz que solo sale del teatro de la marginación para decir: “¿Me da pa´ un taco doña?”.

Esa es la piel que habito.

Comencé en el Jardín Libertad y caminé por la calle Madero hasta llegar al Jardín Núñez. En mi trayecto busqué envases de plástico, ese era mi método de sobrevivencia.

Me detuve en cada uno de los botes de basura disponibles, me lancé contra ellos hurgando entre desperdicios y basura hasta encontrar el recipiente vacío de Coca o de Squirt; así es como lanza la realidad a los sin nombre al callejón de las no oportunidades. La gente pasaba y pasaba, sin mirar.

Quería que tuvieran que verme; me senté afuera de un establecimiento de comida y estiré las piernas hasta media calle. Nadie dijo con permiso, todos me rodeaban y hacían como qué si no estuviera ahí. Pasaban brincando mis piernas y ni siquiera miraban para abajo, donde estaba yo, invisible. La gente seguía pasando, seguía sin mirar.

Tres policías pasaron  junto a mí, no dijeron nada. Después, cuando me encontraba en una esquina pidiendo una limosna a los transeúntes, con el sol retándome aventando sus rayos viles sobre mi, dos mujeres de la policía estatal se me acercaron. Diálogo corto y repleto de falsa preocupación.

–¿Estás bien?—me preguntaron con lástima indiferente.

–Sí— respondí sin lástima, pero indiferente.

–Estás en el puro sol ¿por qué no te vas para el jardín a una banca?—Más que sugerencia sonó a orden. Y me moví. Ensuciaba la panorámica urbana.

En mi camino encontré a más como yo, sin embargo, la realidad que para mi duraría dos horas, para ellos era una condena permanente y con pocas posibilidades de mejorar. Ellos también suelen no ser vistos… de por vida.

A mi alrededor los pasos se apresuraban más de lo normal, las personas que coexistían conmigo tenían la prisa de huir de lo que desagrada y que es mejor ignorar. Las mamás jalaban a sus hijas o las cambiaban de lado cuando les pedía pa´ un taco. Psicosis colectiva. Yo en la encrucijada de no existir o existir como delincuente.

No recolecté ni un peso de limosna, mi mirada hacia el suelo y la voz cargada de reclamo social no rindieron frutos monetarios, pero las habladurías no se hicieron esperar.

Me encontré de pronto rodeado de comentarios: “Mira pobrecito y tan joven” – dijeron las señoras recatadas y religiosas; “¡Ay como es el mundo de las drogas!” – escuché que comentó una pareja que estaba sentada en una banca. Mentadas de madre sociales, cargadas más de morbo que de solidaridad.

Había un evento en el jardín Núñez, clases de danzón. Hileras de sillas estaban dispuestas para los espectadores. El indigente invisible exigía de nuevo ser mirado, me senté como desparramado en un asiento cerca del escenario y rodeado de personas, una cuenta mental, 5, 4, 3, 2, 1 y mi alrededor había quedado vacío.

En la lejanía, los corridos por mi presencia hacían comentarios sobre el apestoso drogadicto. – ¡Que feo olía! – reniegan tapándose la nariz y haciendo cara de mierda.

José de Molina, el luchador social y músico, ya había cantado “los pobres olemos mal, a sudor y a herbajaros, pero abra un rico en canal, ese si apesta, carajo”. Yo pienso que lo que apesta es la soledad, es la indiferencia, es no ver al otro, ignorar que coexiste en la perra realidad de tiempo y espacio.

El aroma de la piel que habito es superficial, pero las entrañas de la sociedad suelen ser pestilentes. Me lavé con agua y jabón concluida la actividad, tallé mi cuerpo y despejé mi mente del personaje. En el espíritu habían quedado marcas, de pronto me embargó la desesperanza, mis entrañas… seguían indigentes.

—————————————————————————————-

El delegado del Frente Mexicano de los Derechos Humanos de la ONU en el estado, Adán Rodríguez, asegura que “no existe un censo específico que revele cuántos indigentes existen en Colima, y tanto al DIF estatal como municipal se les ha olvidado por años indagar sobre la cantidad de vagabundos que hay, su origen, causa de sus problemas, edad y posibles soluciones”.

Las autoridades realizan periódicamente limpieza de indigentes en la ciudad, enmascarados con el nombre de “recorridos interinstitucionales para evitar el trabajo en la vía pública.”

¡Qué grotescos son los pobres! ¡Y como

molestan sus olores aun a la distancia!

No tienen la noción de lo conveniente,

no saben portarse en público.

Ledo Ivo

STOP MOTION http://www.youtube.com/watch?v=x0iMVNinsOY

El dilema de ser abuelo en los tiempos del ipad

Crónica de Perla Alejandra Regla y Andrea Guzmán

.

¿Tecnología?, ¿abuelito? Son dos conceptos que Ernesto de 12 años no puede imaginar juntos. Recuerda que su abuela le contaba sobre su medio principal de transporte: mulas de carga a las que llamaban “bestias”. Ahora, no es raro ver durante todo el día a la anciana mujer quejarse del chofer del autobús: que si esto, que si lo otro.

Cuando recostado en su regazo, el niño le pregunta a su abuela Francisca sobre cómo era su vida antes, años atrás cuando aun no conocía al abuelo, ella se endereza y fija la mirada en un punto que al chico le es imposible encontrar.

-Aquella vida que tuve es muy parecida a la de tu bisabuelita Francisca. Crecí en Zacualpan donde ella vive ahora, en la misma casa, con los mismos cerros que ahora bloquean la señal de tu telcel…

Al 2010, según el Inegi, Colima contaba con más de 608 mil personas, de las cuales más de 53 mil eran adultos mayores, sin embargo para el año 2030 éste número incrementará hasta los 128 mil personas mayores de 60 años, por lo que al mismo tiempo está decreciendo la cantidad de jóvenes.

El estado de Colima registra una esperanza de vida mayor a la media nacional, esto significa que la entidad federativa tiene una población más longeva que el promedio  del país.

Datos sacados de la página oficial del INEGI: http://www.inegi.org.mx

Zacualpan, Comala.

Incorporarse, sentarse en el catre unos minutos hasta poder distinguir, entre penumbras, las formas y siluetas de la imagen de la virgen de Guadalupe que tiene enfrente. Esperar hasta dejar la somnolencia a un lado: eso es lo primero en el día de Francisca Olivares, bisabuela de Ernesto.

Si suenan las campanas de la iglesia a primera hora del día es porque ya pasan de las 6 de la mañana. Francisca, que ha vivido en la localidad de Zacualpan sus 87 años, sabe que llegará tarde a misa pues sus pies y ganas no le dan para mayor velocidad.

No desayuna porque ya no tiene tiempo… ni comida preparada. Apaga el único foco que alumbra entera su casa, se pone las sandalias con suela de poliuretano, en el mismo par de pies que aun guardan las marcas de sol que dejaron los huaraches de araña.

Entonces, se coloca el rebozo de hilo negro hasta casi cubrirse el rostro avejentado. Sale de su casa de adobe blanco y respira el olor que desprende el hornillo de barro de la vecina Adelina cuando comienza a calentarse. Cierra el cancel con candado, se persigna y comienza en penumbras la caminata a la iglesia.

La mujer es tan diminuta que sus pasos están uno muy cerca del otro. Se le ve frágil por la extrema delgadez, pero cuando va a Colima y tiene que cruzar una calle “pega carrera”, así es como lo llama ella cuando le cuenta a la gente sobre el miedo que le da cruzar las calles repletas de carros de la ciudad.

Llegando a la iglesia vuelve a persignarse. El sacerdote, micrófono en mano ha dado el sermón, pero entre el mal funcionamiento del aparato y sus problemas auditivos, Francisca ha tenido que deducir gran parte de aquel discurso. Después de recibir la bendición, la mujer sale de la iglesia más encorvada que antes pues comienza a calarle el frío. Francisca necesita fuego para cocinar y calentarse por las noches. Decide ir por leña al monte.

La semana pasada una de las goteras en las láminas de su casa le echó a perder toda la reserva que tenía para un mes. Entonces, se encamina hacia el sendero que lleva a las afueras de Zacualpan, en las faldas del Cerro Grande y se va perdiendo entre los árboles y la maleza alta.

Debe elegir madera seca suficiente para un mes, pues a Francisca no le gustaría repetir el desgastante trabajo que la deja dolorida durante una semana. El ir y venir cargando con su cabecilla blanca la leña que lleva en el rebozo, es un proceso en el que invierte la mayor parte del día.

Al llegar a casa, después de haber atravesado el pueblo llevando encima el equivalente a la mitad de su peso, escucha en la conversación que su vecina Adelina mantiene con una de sus hijas, que son las 7:30 de la noche. El día de hoy llegó más tarde que de costumbre de la recolección de leños, ha llegado en el momento justo para acostarse a dormir.

La señora Francisca no se cambia de ropa cuando se prepara para dormir, solo se despeina la menuda trenza blanca que se enrolla en la cabeza. Se descalza, se acuesta en la angostura de su catre y se dispone a rezar el rosario con la habitación a oscuras.

Pero esta noche Francisca está exhausta; no quiere cenar, ni despeinarse, solo se quita las sandalias y se acuesta con el rosario en el pecho, apretándolo entre sus pequeñas y pecosas manos.

– Dios te salve, María; llena eres de gracia, el Señor es contigo…

La anciana mujer susurra el rezo, mientras la música proveniente del radio de la vecina comienza a arrullarla.

Algún día, a ella le gustaría tener uno igual para escuchar música por las noches.

-Ahora y en la hora de nuestra muerte… amén…

Entonces, Francisca comienza a soñar con sus rezos salidos de un aparato de radio.

Colima, Colima.

Al amanecer los gallos no cantan, o tal vez sí, pero lo hacen en el campo, lejos de la mancha urbana y lejos de la casa de Don Pedro.

Los primeros rayos del sol se deslizan por la ventana. La alarma del Smartphone que le regaló su hijo mayor (para que se actualizara) suena: We all live in a yellow submarine, yellow submarine, yellow submarine… El despertador Cassio después de todo… no fue eterno. El colchón algodonoso Spring Air  hace difícil poner los pies sobre la tierra y despedirse del mundo de los sueños.

Este lunes corresponde a Don Pedro hacerse el desayuno y comprar la despensa porque su esposa, Doña Félix, asiste a su chequeo médico de rutina.

Al refrigerador Mabe solo le quedan unas cuantas papas y un queso crema Philadelphia. En la nevera se mece un post stick firmado por Félix que confirma la necesidad de comprar víveres.

Con el estómago vacío, el hombre decide que es momento de hacer las compras necesarias para la despensa y en el camino detenerse por un café. Se encamina lentamente hacia la cochera donde se encuentra estacionado su viejo Chevy, justo al lado de la silla de montar que solía usar cuando era jóven.

Las avenidas de Colima no se encuentran tan llenas como en la mañana o en la hora de la comida, pero aun así el número de carros es impresionante. Pedro observa detenidamente y reflexiona sobre lo mucho que ha crecido la ciudad últimamente.

Avanza a velocidad media por la Av. Felipe Sevilla del Río, algo distrae su atención, los espectaculares posicionados de manera estratégica en diferentes puntos de la avenida ofrecen sus mejores servicios, sus mejores productos a la ciudadanía tan hambrienta de accesorios innecesarios. Antes, piensa el abuelo mientras entra a Starbucks, la felicidad no se compraba con dinero.

-¿De cuál café le vamos a servir?- Pregunta servicial la dependienta.

La pregunta saca a Pedro de sus pensamientos y ordena un café expresso sencillo con doble crema, para después murmurar entre dientes: Antes para tomar un café solo era necesario ordenar un café.

En el estacionamiento de Waltmart no se observan muchos carros, por lo que Don Pedro deduce que no habrá mucha gente dentro, en cambio en Vips los ejecutivos con traje de Louis Vuitton llenan el lugar iniciando la semana con sus reuniones de negocios.

Los pasillos de la tienda comercial, efectivamente, se encontraban vacíos. Un vistazo a la lista que dejó Doña Félix y Pedrito se dirige al área de frutas y verduras. Toma una manzana que llama su atención: es roja y brillante, se ve deliciosa, la huele pero… algo está mal, la manzana no desprende olor y al momento de acariciarla se le despegan unas pequeñas costras de color blanquecino: cera.

Confundido y decepcionado, el abuelo decide olvidarse de las legumbres y opta por solo llevar la leche, pero tal fue su sorpresa al encontrar en el área de lácteos infinidad de tipos de leche: light, descremada, semidescremada, deslactosada, pasteurizada, ultrapasteurizada, entera, leche de soya, etcétera.

“Comprar leche es aun más complicado que comprar un café”, refunfuña Pedro y decide que es mejor regresar a casa, sentarse en su nuevo sillón reposet y ver viejas películas a través de Netflix, reconociendo nostálgicamente, que los tiempos han cambiado.

De acuerdo a datos del estudio “Our Mobile Planet” (Nuestro planeta móvil), realizado por Google a mil personas de entre 18 y 74 años, actualmente hay en México 23 millones de teléfonos inteligentes en uso, lo que representa una penetración en el 20 por ciento de la población, esto con el fin de demostrar que en el avance tecnológico del país no importa el sexo y la edad de los usuarios.

Datos relevantes sobre el uso de tecnología en México

El Tubo: frontera entre vulgaridad y deporte

Crónica a tres manos de Vanessa Malpica, Alejandra Gutíerrez y Minerva Arrezola

El baile del tubo “Pole dance”,  es un baile sensual utilizando como elemento un tubo. Es asociado al ámbito de los strip clubs. En la actualidad se considera un baile artístico ya que se emplea la gimnasia y es necesaria cierta fuerza de resistencia para trabajar sobre él.

Eran las 7:50 de la mañana, el cielo estaba despejado, el clima era tan perfecto, ni frío  ni calor.En la avenida San Fernando se vivía un miércoles apresurado, las personas conducían sus automóviles a gran velocidad, quizá se les había hecho tarde para llegar al trabajo.

Caminábamos un poco nerviosas al estudio de baile Baila conmigo, estábamos seguras que íbamos a descubrir algo nuevo, sabíamos de lo que se trataba, pero no teníamos ni idea de todo lo que íbamos a aprender.

El arte de Pole Dancing existe desde hace más tiempo del que nos imaginamos y tiene sus orígenes en el uso de Mallkhamb (tubo gimnástico) y en el Mallastambha (pilar gimnástico). Ambos instrumentos se utilizan desde hace aproximadamente 250 años para practicar yoga utilizando una cuerda o un palo de madera para aumentar la fuerza y el volumen muscular.

En la década de los años veinte, durante la Gran Depresión norteamericana, se organizaban ferias ambulantes que viajaban de ciudad en ciudad para entretener a la población. Alrededor de la carpa principal se instalaban otras de menor tamaño para presentar diferentes espectáculos al mismo tiempo.

En una de las carpas había un espectáculo de bailarinas eróticas que utilizaban un pequeño escenario para bailar de forma sugestiva. Debido al reducido espacio, las bailarinas se acercaban al tubo que sostenía la carpa y lo usaban como instrumento para bailar. Con el paso de los años se trasladó de las carpas a los bares como espectáculo burlesque hasta que fue más aceptado en los años cincuenta.

Durante treinta años, de la década de los años cincuenta, hasta los ochenta, el tema de pole dancing pasó desapercibido hasta que se retomó esta actividad en los bares de striptease en Canadá y Estados Unidos. Sin embargo, no fue sino hasta la década de los años noventa que la canadiense Fawnia Monday transformó el pole dancing en un uso cotidiano para ejercitar el cuerpo de cualquier mujer.

Actualmente esta actividad ha evolucionado hasta convertirse en una actividad física y emocional, que además de moldear el cuerpo y aumentar la autoestima de quienes lo practican, es extremadamente divertida.

Fotografía de Hannah Elizabeth. 
Fuente: http://www.flickr.com/photos/licquidgoldphotography/4982511583/

Llegamos a la clase muy puntuales, exactamente a las ocho de la mañana, justo a la hora que nos había citado la maestra. Queríamos tomar una clase pasa vivir en carne propia lo que implicaba este deporte. Nos encontramos con un local  muy poco común, más bien a nosotras nos parecía algo nuevo, por fuera estaba pintado de un rosa pastel, aparentaba un estudio de baile muy típico, pero al entrar fue cuando vimos la diferencia.

Las paredes eran color blanco, pegado al techo tenían algunos detalles del mismo color que la fachada; en una de las paredes había un espejo muy grande que prácticamente la cubría por completo. Frente a ese espejo había 12 tubos de metal que quedaban totalmente prendidos entre el suelo y el techo.

Nos presentamos con la maestra, una mujer delgada de cabello corto y teñido de rubio, estatura mediana y con  facciones muy finas; sus ojos eran color café claro y los adornaban unas pestañas larga y rizadas, el contorno de sus ojos estaban marcados por la edad, unas cuantas arrugas que se trababan de disimular bajo una capa de maquillaje. Vestía con un pantalón de licra rosa pastel y una blusa con un corte que dejaba ver parte de su abdomen, era azul rey con líneas diagonales azul cielo.

Mientras platicábamos con ella observábamos a las alumnas, eran mujeres de diferentes edades, había desde jóvenes entre 18 y 25 años, hasta señoras 40 años aproximadamente. Por ser un deporte muy sensual y de mucha condición física esperábamos ver a mujeres delgadas, con un cuerpo tonificado o firme, pero no era así, en total eran 11 alumnas: tres de ellas eran gorditas, había una muy delgada y las demás de complexión media.

Todas  ellas se alistaban para tomar la clase. Unas calentaban y hacían estiramiento, mientras las más grandes se miraban fijamente en el espejo; ni siquiera parpadeaban,  volteaban de reojo a ver a las más jóvenes y acuerpadas,  después su mirada regresaba, se contagiaban de esa juventud,  quizá recordaban sus mejores años donde su físico era parecido al de ellas.

Para poder tener una visión más amplia de lo que implicaba este deporte una de nosotras tenía que tomar la clase, la elegida fue Vanessa.

Mi primera vez

Estar ahí frente a un tubo es algo muy complicado de describir, era la primera vez que hacía esto y estaba muy nerviosa, iba a conocer una nueva forma de hacer deporte, un deporte que está tachado por la sociedad y que estaba muy relacionado con el table dance.

Las demás chicas se me quedaban viendo, una completa novata, pero eso no me intimidaba, lo que imponía era ese gran tubo color plata. Traté de seguir la coreografía paso por paso, pero era un poco complicado. Pensé que iba a resultarme más sencillo porque siempre se me ha facilitado el baile, pero esto era mucho más que un simple baile, era todo un arte.

La clase no fue lo que yo había imaginado, la maestra minutos antes me había comentado que este tipo de baile ayudaba a mejorar la autoestima, a ser una mujer más segura, pero en realidad en toda la clase jamás observé que las chicas mostraran esa seguridad, esa autoestima. Mientras la maestra les enseñaba la coreografía ellas se miraban entre si, no sabían si lo que estaban haciendo o tratando de hacer era lo correcto.

Las que menos tiempo tenían le preguntaban a las de mayor experiencia como le tenían que hacer para girar en el tubo, sus expresiones solo reflejaban preocupación e inseguridad ya que no les salía el ejercicio. No poder girar en el tubo implicaba no poder avanzar a los siguientes niveles, así que eso era lo más les molestaba, no poder avanzar.

La maestra siempre se mostró paciente y alentaba a sus alumnas a seguir intentando, decía que con paciencia y mucha práctica muy pronto lograrían pasar al siguiente ejercicio.

A mi me costó un poco girar en el tubo, pero tras algunos intentos logré hacer tres giros, fue algo emocionante, por fin había podido pasar al siguiente ejercicio! Me sentía orgullosa porque se necesitaba de mucha fuerza, tenía que soportar todo el peso de mi cuerpo con la fuerza de mis brazos y con un poco de vuelo lo logré por fin.

El siguiente ejercicio se trataba de subir por el tubo y hasta topar con el techo, pero este definitivamente no lo pude lograr, necesitaba mucho más fuerza que en el primero y mucha resistencia, ya que solamente me sujetaba con el empeine y con mis brazos tenía que impulsarme hacía arriba.

Tres de las alumnas logran subir hasta tocar el techo, en sus caras se reflejaba la satisfacción de haber logrado su objetivo y las demás solo seguían intentando.

Una nueva distracción

Al finalizar la clase se hicieron algunos ejercicios de relajación, respiraban profundamente y soltaban el aire lentamente, hacían ejercicios de estiramiento para relajar los músculos. Estos ejercicios parecían tener buenos resultados ya que esas caras de cansancio se habían esfumado y ahora solo se veían caras de satisfacción por una experiencia más en sus clases.

Cuando estábamos a punto de irnos nos detuvimos a platicar con una de las alumnas. Un ama de casa que buscaba una forma original de ejercitarse ya que estaba cansada de practicar zumba. Después de un rato platicando nos recomendó seguir viniendo a las clases, nos explicó que nos ayudaría a fortalecer nuestros músculos, nuestro cuerpo.

Beneficios de practicar pole dance

  • -Estimula el metabolismo y favorece el consumo de oxígeno necesario para una asimilación eficiente de nutrientes y la quema del exceso de grasa.
  • -Promueve la eliminación de toxinas.
  • -Mejora la capacidad cardíaca, pulmonar y la circulación, reduciendo el riesgo coronario, reforzando el sistema inmunológico e incrementando la energía.
  • -Mejora la figura, el estado de la piel y la energía.
  • -Evita la retención de líquidos.
  • -Mejora el retorno venoso, evitando várices y «arañitas», sobre todo cuando se comienza a invertir.
  • -Alivia el estrés, la fatiga, la angustia y la depresión, al estimular la producción de endorfinas.
  • -Ayuda a regular el sueño, porque favorece la producción de serotonina, sustancia que propicia la relajación.
  • -El movimiento utilizando la gravedad (a diferencia de otras disciplinas como la natación o pilates) previene la descalcificación; por lo cual es un importante factor de prevención de la osteoporosis.

Un nuevo concepto de una idea arraigada

Al final resultó una muy buena experiencia, íbamos con una idea equivocada de lo que en realidad es este tipo de deporte. Desde hace varios años este tipo de baile ha sido tachado por la sociedad, era mal visto ya que siempre se relacionó con el table dance: un baile erótico y vulgar. Después de leer varias notas y de haber asistido a esta escuela nos dimos cuenta lo que en realidad es, un verdadero deporte.

El pole dance es considerado en la actualidad como una forma reconocida de ejercicio y puede ser utilizado como una gimnasia aeróbica y anaeróbica en sesiones de ejercicios. Reconocidas escuelas de gimnasia están agregando este baile como parte de su repertorio elevando así su popularidad.

También es catalogado por algunos como un arte escénico. Un ejemplo de pole dance como desempeño del arte escénico puede verse en Montreal, concretamente en el Cirque du Soleil. En este circo, acróbatas vestidos de múltiples colores realizan esta práctica que incluye movimientos que implican una gran cantidad de fuerza y habilidad.

El circo: la vida detrás del telón

Una crónica de Marissa Domínguez y Minerva Arrezola

Desde su abuelo y su padre, para don Manuel Medina Vertí trabajar en un circo ha sido su vida, a temprana edad se comenzó a integrar al espectáculo. Actualmente es propietario de un pequeño circo llamado Ontario y junto con su familia brindan un espectáculo sencillo y accesible a todos los bolsillos.

Con su esposa e hijos, cada noche le brindan sonrisas y alegría a públicos de diferentes edades: chicos y grandes. Trabajan en una pequeña carpa que aún con sencillez busca proyectar magia. Desde adentro se da la apariencia de un cielo estrellado, luces y música para acompañar el espectáculo; un león y un tigre de bengala son domados por cucharita, el payaso del circo. Los monos, las llamas del Perú y hasta un perrito, son parte del elenco.

“Cada noche al salir a la pista y mirar al público reír con el número que yo realizo para mi es una satisfacción enorme, eso vale mucho más que el dinero, se siente uno orgulloso del trabajo que realiza porque ayudamos al asistente a que se olvide un poco del estrés, del enojo que trae consigo e inclusive de su tristeza», expresó el payaso cucharita.

«Este circo anda en todas partes, es bonito porque conocemos muchos lugares y personas y convivimos con las diferentes costumbres de todas las regiones que visitamos, no salimos al extranjero, solo en la República Mexicana. Nosotros los que vivimos en el circo hacemos nuestra vida normal como todo el mundo el día que nos enfermamos acudimos al doctor; en pocas palabras, somos personas como todas.

En algunas colonias de Colima apenas hace poco no nos querían pero nosotros hablamos con ellos, llegamos a un acuerdo y nos dieron la oportunidad de presentarnos. Normalmente las personas nos reciben muy bien ya que nuestro trabajo es muy sano y no le hacemos mal a nadie.  Tenemos  el único objetivo de divertirlos y sacarles una gran sonrisa».

«Mis hijos me acompañan en el show porque desde pequeños se deben ir enseñando para que cuando estén grandes se les facilite hacer todo lo relacionado con los actos que van a hacer cuando tengan su propio circo».

El  espectáculo: Circo de la vida

El show dura  una hora pero está llena de risas y de buen humor.  Lo que se presenta  cada  noche incluye un mono saltando obstáculos donde lo que más divierte es cuando el payaso cucharita se pone a contar chistes de todo tipo y logra sacarle una gran carcajada. Uno de los chistes con que el payaso cucharita se robó miles de risa fue “¿En que se parecen los niños a una vaca?, en que la vaca toma agua para hacer leche y el niño toma leche para hacer agua”…Este es uno de los tantos chistes que cuenta para mantener al público contento.

Otro de los actos es cuando una chica de 15 años se cuelga de unas cuerdas que están hechas de tela, sube por ella y cuando está en lo alto se descuelga de una mano, y alguien que está abajo empieza a hacer girar la cuerdas y junto con ella la chica. Este acto es de gran riesgo pero a ella no le importa, lo único que quiere es tener la atención del público que está maravillado con todo lo que  hace.

Los aplausos de los niños y las sonrisas brindadas por todos los asistentes alimentan el alma de cada uno de los personajes del pequeño y familiar circo.

Navegador de artículos